Centaury y el Arcano sin Nombre


  Llegan momentos en que tenemos que borrar de nuestra vida algunas ataduras que nos impiden continuar.

 Nos han servido, han sido válidas pero llega el tiempo en que dejan de serlo. Han cumplido su función y debemos dejarlas atrás. Agradecerles su compañía, su aprendizaje y decirles adiós. 

 En esta vida no podemos agarrarnos a nada ni a nadie, ni tan siquiera a nosotros mismos. Ese "yo" con el que nos solemos llamar es la mayor trampa con la que nos podemos encontrar en nuestro camino. Debemos despojarnos de nuestras ataduras, sean éstas cuales sean. 

  No es tener lo que nos impide la vacuidad, es poseer. El sentido de la posesión. Sea el que sea.

Creernos.

  A veces nos podemos creer incluso que somos buenos y santos, e incluso comportarnos como tal. Este es el caso de Centaury.

  Centaury en estado negativo nos impide ser nosotros mismos. En nuestros deseos de agradar, de quedar bien, de ser serviciales nos ata con unos lazos invisibles a situaciones de esclavitud ya sea ésta a personas, cosas, enfermedades a ciertas sustancias adictivas y demás.

 Detrás de todas estas circunstancias podemos identificar un vacío existencial, una falta de amor profundo que tratamos de llenar atándonos de una forma inconsciente.


 Si en una lectura de Tarot aparece el Arcano Sin Nombre tal vez podríamos preguntar de qué se tiene que desprender el o la consultante, a qué situación, lugar, persona o demás se está atando que le impide continuar. Un nuevo camino, se abre en su vida pero para emprenderlo necesita dejar atrás ciertas situaciones que ya no le valen.

  El Universo es un continuo movimiento, cambio; una continua transformación, mutación y transmutación.

  Nada en el Universo está quieto y sin embargo es la quietud la que produce el cambio y la transformación. Por eso el Arcano anterior a éste era "El Colgado". El Yin y el Yang en perfecta armonía y juntos nos acercan al Soplo Divino.


Centaury nos aporta la visión de nuestro propio proceso libre de antiguas ataduras sean las que sean éstas. 

Y es entonces precisamente cuando las fuerzas divinas del servicio empiezan a fluir a través nuestra poniéndolas a disposición de la misión que tenemos encomendada.