Este mundo material en el que vivimos, el mundo de las formas está basado en un principio fundamental, el principio de Polaridad. Uno de los siete principios del Kybalión.

  Si nosotros somos capaces de trascender este principio entonces la forma, la materia desaparece y volvemos a la Unidad. Sin dualidad no hay materia.  La materia, la forma es sólo una ilusión, Maya como la llaman los Hinduistas, fruto de nuestra propia mente (primero de los Principios del Kybalión), y nuestra mente al igual que nuestro cerebro es dual.

  La creación, la materia, la forma es fruto de dos fuerzas opuestas y complementarias, lo masculino y lo femenino, lo activo y lo pasivo, la luz y la oscuridad, el yin y el yang; el número 1 y el número 2, el amor y el odio; construcción y destrucción. Todo ello en un eterno y continuo fluir. 

  Estos dos polos en el fondo son la misma y única cosa la diferencia radica únicamente en una cuestión de grado, nada más. Y nosotros, los humanos, nos estamos moviendo continuamente en esta linea polar de un extremo al otro. Y por eso sufrimos. Si el viento sopla del este somos arrastrados hacia el oeste y si por el contrario sopla del oeste somos arrastrados hacia el este. Somos esclavos de esta Ley de la polaridad debido a su profundo desconocimiento. 

 Entre la luz plena y la oscuridad total existe una zona intermedia llamada penumbra que comparte de ambas, si nos desplazamos hacia la sombra la luz menguará y si por el contrario nos desplazamos hacia la luz será la sombra quien vaya menguando. No hay un punto exacto donde empieza una y termina la otra, es una cuestión sólo de grados; igual ocurre con la salud y la enfermedad, con el amor y el odio, con la pena y con la alegría. Una fuerza es positiva y la otra es negativa, sin embargo son fuerzas complementarias, una no puede existir sin la otra. El sabio las acepta a los dos por igual y se sitúa por encima de ambas evitando el sufrimiento que genera el péndulo en su vaivén de un extremo al otro.

La ley va continuar eternamente pero nosotros podemos trascenderla, en primer lugar a través de su conocimiento y luego a través de su comprensión y aceptación.

 

(Y ser un poco inteligente, que ya está biennnnn, ¿No creéis?)

 

  El Arcano número VI es llamado por unos "El Enamorado", por otros "Los dos Caminos". En ambos casos y si observamos atentamente la imagen podemos comprobar que se trata de la toma de una decisión en la que están implicada nuestras emociones. Vemos a un chico joven, el héroe de la historia, entre dos mujeres, una más joven y la otra más mayor. ¿madre y enamorada? ¿pasado y futuro? ¿apego y desapego? 

 

  Pitágoras decía que había dos móviles en las acciones humanas: el poder de la Voluntad y la necesidad del Destino; para él el primero de estos móviles era libre, el segundo condicionado.

 

  Desde dónde tomamos nosotros nuestras decisiones, desde ese acto libre, meditado y razonado que es la voluntad o nos dejamos llevar por esa fuerza limitante  y esclavizadora llamada destino.

  Para este mismo filósofo el poder de la Voluntad influye sobre el povernir, la necesidad del Destino sobre las cosas ya hechas y sobre el pasado; para él la Libertad reina en el Futuro, la necesidad en el Pasado. 

   

   Poseer este conocimiento sobre nuestra dualidad y esa fuerza también dual que rige en la existencia de la forma y por tanto en nuestras vidas nos da la sabiduría necesaria y la posibilidad de ser los dueños de nuestro destino y así tener los medios necesarios para sustraerse a la fatalidad.

 

  A todo esto nos ayuda este maravillo remedio floral del Dr. Edward Bach, Scleranthus. Esta flor nos ayuda y nos orienta en la toma de decisiones donde ese principio de polaridad del que he estado hablando no lo tenemos integrado y por tanto no somos capaces de tomar una decisión desde la integridad y el equilibrio. Cuando estamos en este estado Scleranthus negativo fluctuamos entre dos extremos.

 

 Scleranthus nos habla del equilibrio interior y de la Unidad.

 

 Scleranthus nos ayuda a comprender la dualidad y a trascenderla devolviéndonos la libertad.

 

  Esta libertad nos da la posibilidad de elegir  en que punto de esa linea polar nos situamos nosotros; si queremos odiar o amar, estar sanos o enfermos, vivir o morir o simplemente si queremos empezar a ver o si preferimos seguir ciegos.

 

 Scleranthus nos puede tender una mano amiga. Si así lo decidimos nosotros, claro está.

 

(Si estás interesado en saber algo más pica aquí)