EXPERIENCIA PERSONAL


 ........................Hace aproximadamente 20 años. Vivía por aquel entonces en Conil de la Frontera, un pequeño y bonito pueblo costero de la provincia de Cádiz en España. Conocí en esa fecha a una persona, que con el devenir del tiempo se fue convirtiendo en mi amigo, del otro extremo de Europa,  Serbia, estaba él por esa fecha viviendo en España.

  A 14 km de mi pueblo había y hay un pueblo llamado Chiclana, en él existía un Centro de Meditación Budista al que este amigo asistía con cierta regularidad. Yo andaba en aquellos momentos medio perdido en mi propia existencia; y digo "medio perdido" porque con el pasar del tiempo me llegué a perder bastante más. La cuestión es que andaba buscando algo que me ayudara a encontrarme y entonces él me habló de la meditación y me propuso asistir a dicho Centro. Era la primera vez que yo tenía contacto con la Meditación.

 

  Fui...

 

   Era un centro pequeño, dos habitaciones también pequeñitas: en una nos cambiábamos y en la otra practicábamos la  Meditación. A lo sumo llegábamos a asistir un máximo de 6 personas, el día que más. 

  Asistía dos días a la semana, Martes y jueves por las tardes, y practicábamos media hora de meditación cada día, y el domingo por la mañana, la sesión era de una hora de duración dividida en dos partes.

  Al principio yo pensaba que con eso se iban a solucionar mis problemas, que iba a dejar de pensar, que en poco tiempo encontraría la felicidad que tanto añoraba y que por fin iba a convertirme en una persona normal, ya que me sentía un ser extraño en este mundo.

  Nada de eso ocurrió, al menos en aquellos tiempos, y por el contrario cada vez pensaba más, cada vez me sentía más inquieto, más intranquilo, cada vez sentía más miedos, más inseguridad. No comprendía nada de lo que estaba ocurriendo, así que, después de un cierto tiempo, tomé la decisión de dejar de ir a la práctica.

  No era la práctica la que me había provocado todas estas nuevas emociones; todo esto estaba ya dentro de mí y mi sufrimiento venía precisamente por intentar ocultarlo todo, por intentar controlarlo todo, por intentar ser una persona "normal". La práctica de la Meditación lo único que había hecho era destapar mi "caja de pandora" ponerme ante mí, cual un espejo, todo aquello que yo quería tener tapado, oculto de mí mismo; todo aquello que me daba pánico sacar a la luz, observar, comprender e integrar.

  Pasó el tiempo, y con el paso del tiempo fue llegando la comprensión y el entendimiento y volví a recuperar la práctica de la meditación.

  Ya no esperaba tanto de ella, ya no veía en la meditación la solución a mis problemas ni a mis desdichas. Ahora simplemente iba a la meditación y practicaba con regularidad, y me gustaba, me sentía bien, me tranquilizaba, me ayudaba y me daba confianza. Permitía que mis pensamientos fuesen y viniesen; unas veces me perdía en ellos, otras los intentaba detener y en otras ocasiones simplemente los observaba y los dejaba pasar. Empecé a aprender a no juzgar nada de cuanto ocurría, ni dentro ni fuera de mí.

  Con el transcurso del tiempo y la práctica meditativa aprendí a observar, a estar más y mejor conmigo mismo; aprendí que el fin no es la meta sino el propio camino.

 

   Aprendí que se puede estar agradecido, si de verdad lo deseamos y de verdad lo intentamos...

 

  La Meditación fue por tanto una ayuda más en mi vida, de las varias que he recibido. Pero ¡Ojo! Una ayuda muy valiosa.